MÁRQUEZ CAÑIZARES, IGNACIO
<<... El alquimista, incapaz de ponerse en pie, se arrastró lenta y penosamente hasta el rico sitial que le servía de asiento junto a una mesa llena de legajos. Apoyándose en sus brazos empezó a izarse con lentitud, como hiedra, hasta levantarse y dejarse caer en él, agotado. Volvió los ojos nuevamente a la arqueta que había al fondo de su laboratorio, llena de mercurio, donde había sumergido el cuerpo, ya cadáver tras su postrer aliento, de donde lo había izado unos segundos después y donde se había producido el prodigio. El color de su rostro había mudado en cérea palidez y el temblor no abandonaba sus manos: algo se movía en el interior del arca, bajo la superficie densa y bruñoda del agua de plata, algo que antes no estaba ahí.>>